Presentación del blog

Desde hace algunos años nos encontramos trabajando sobre el pensamiento de Hannah Arendt. En este contexto, hemos realizado las Jornadas Internacionales Hannah Arendt desde 2006 como un ámbito de diálogo y discusión de ideas y tópicos en la obra de esta autora. A través del blog brindamos información sobre las jornadas en particular, pero también sobre publicaciones, materiales y actividades vinculadas a la obra de Arendt en general. Asimismo, pretendemos que el blog constituya un espacio que nos permita dinamizar y profundizar los intercambios y debates en torno del pensamiento arendtiano y sus diversas derivas en la teoría política, la filosofía, las artes y la historia.

martes, 17 de julio de 2012

Publicación del libro: Lecturas de Arendt


Lecturas de Arendt.
Diálogos con la literatura,
la filosofía y la política
Contratapa:
Palabras de
Cristina Sánchez Muñoz





















Smola, Julia; Bacci, Claudia y Hunziker, Paula (eds.): Lecturas de Arendt. Diálogos con la literatura, la filosofía y la política, Córdoba, Brujas, 2012.


Prólogo

Cristina Sánchez Muñoz
Universidad Autónoma de Madrid

Podríamos preguntarnos al ver este libro ¿Por qué otro libro sobre Hannah Arendt? Las respuestas pueden ser múltiples: porque en español se han editado pocos libros –comparados con la producción bibliográfica anglosajona- sobre el pensamiento de Arendt; porque es una autora que ha despertado un especial interés en América Latina en los últimos años o porque nos interpela acerca de experiencias políticas contemporáneas muy próximas a las nuestras. Pero sobre todo, diría que porque es un clásico, una autora clásica y, de acuerdo con el escritor Italo Calvino, cuando este se plantea por qué leer a los clásicos, cabe contestar de la misma manera que él: “Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos, resultan al leerlos de verdad”.

  Este libro, pues, nos plantea esas lecturas nuevas, inesperadas sobre una autora que, como ella misma decía, se empeñaba en “comprender”, en comprender lo que estaba pasando en un mundo en cambio y en las experiencias políticas que reflejaban ese mundo en cambio. Comprender, significa, decía Arendt, “examinar y soportar conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros […] La comprensión, en suma, es un enfrentamiento impremeditado, atento y resistente, con la realidad, un soportamiento de ésta, sea lo que fuere”[i]. Los diferentes trabajos que siguen a estas páginas introductorias nos invitan precisamente a comprender acontecimientos políticos desde una lectura arendtiana, enfrentando, por ejemplo, el pasado traumático de Argentina, los cambios que la globalización ha provocado en la condición humana de la pluralidad o los problemas de la definición de la identidad política en un mundo donde los refugiados, apátridas y sans papiers no han hecho más que aumentar su número.
  Pero en el ejercicio de lectura de los textos de Arendt, también se plantea a Arendt como lectora: ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Qué autores constituyen parte fundamental de su biblioteca? ¿Qué papel juega la literatura y la imaginación en su obra? Encontrar estas respuestas supone ahondar en la biblioteca de Arendt, la cual, lejos de ser la biblioteca borgiana, sólo tenía una clasificación: los libros, en su apartamento de Nueva York, se clasificaban de dos maneras: las obras de filosofía y las de literatura[ii]. Todas ellas profusamente anotadas, como puede observarse en los libros depositados en Bard College, en los EEUU, mostrándonos una biblioteca de trabajo, antes que un interés bibliófilo, que transita por las sendas intelectuales que Arendt expondría a lo largo de su obra: Kant, Heidegger, los clásicos griegos, los clásicos de la filosofía moderna y contemporánea alemana… Por ello resulta especialmente interesante, el ejercicio que nos proponen en estas páginas los trabajos de Beatriz Porcel, Julia Smola, Paula Hunziker, Wolfgang Heuer y Rita Maria Novo al revelarnos distintos aspectos de esa Arendt lectora. Así, nos encontramos con una Arendt lectora de Virgilio, de los distintos Virgilios que aparecen a lo largo de su obra, pero una lectura mediada por Herman Broch (Porcel), o una Arendt lectora del contractualismo clásico (Smola) que enfatiza la importancia de la promesa mutua en la fundación de la comunidad política, al tiempo que se distancia de cualquier atisbo de colectividad cristalizada en una voluntad común. Igualmente, otro de los aspectos que se ponen de manifiesto en estos trabajos es la permanente apelación de Arendt a la literatura (Novo), una apelación que incluye, entre otros a René Char, Isak Dinesen, Rahel Varnhagen, Joseph Conrad o Melville. Pero, sobre todo, esa relación nos muestra la importancia que para Arendt tenía la literatura, y más concretamente la narración de relatos en la comprensión de los acontecimientos políticos[iii]. Novelas, como El corazón de las tinieblas nos hablan de experiencias políticas centrales para comprender el imperialismo en África, más de lo que lo haría un tratado político. La comprensión de las experiencias se produce por medio de los relatos, pues, como indica Arendt, siguiendo en esto a la escritora Isak Dinesen: “Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ella”[iv]. El relato, en este sentido, otorga sentido y permanencia a lo acaecido. Nuestra existencia se basa en la capacidad de imaginar, en la posibilidad de relatar lo imaginado. Por ello, resulta absolutamente pertinente preguntarse por el papel de la imaginación en la acción y en nuestra capacidad de juzgar (Heuer). Lejos de un racionalismo formalista y abstracto, Arendt nos propone tener en cuenta la habilidad de pensar desde el punto de vista de los otros, la habilidad de figurarse otras circunstancias, y en esto la imaginación juega un papel fundamental. Pero también, debemos ser conscientes de los peligros de una imaginación que deforme la realidad al servicio de políticas interesadas, tal y como Arendt analizó en Mentira y política. Este es uno de los aspectos que aborda la lectura de Arendt de la generación europea del frente (Sorel y Pareto, Jünger, Brecht,  Malraux,  Sartre, Bataille) en su relación con la emergencia de las masas y el ya casi vislumbrado totalitarismo que se reflejaba en la atomización y aislamiento de los individuos (Hunziker).
  Las lecturas sobre su obra que aproximan su pensamiento al de otros autores intentarían señalar unas constelaciones intelectuales, esto es, un diálogo de Arendt con otras corrientes filosóficas. Sin duda, hay algunos de estos diálogos ya clásicos, como el de Arendt y Heidegger, en el que lejos de presentar a Arendt como una mera continuadora del maestro, subrayan las novedades que introduce la pensadora, en un intento que podríamos denominar “con Heidegger y contra Heidegger”. Sin embargo, entre las diferentes tematizaciones que ambos hicieron de lo político –marcado en el caso de Arendt por la pluralidad y la constante presencia de los otros, que nos juzgan, relatan y con los que actuamos concertadamente- quedan espacios impensados que deben ser problematizados (Daniel Mundo): el compromiso existencial o la relación de lo político con la sociedad del espectáculo. Otro diálogo con Arendt –esta vez menos obvio- es el que podemos establecer con Nietzsche a propósito del olvido, la promesa y el perdón (Adriano Correia). ¿Por qué se perdona? ¿Cuáles son las condiciones del perdón? ¿Supone el olvido? ¿Qué papel juega el perdón en la reconciliación? Arendt y Nietzsche dialogarían, en este sentido, respecto a los aspectos trágicos de la acción –irreversibilidad, imprevisibilidad y futilidad- y las consecuencias de ello. Sin duda, una de las constelaciones de interpretación del pensamiento de Arendt que más ha calado en los últimos años ha sido la que sostiene la proximidad de Arendt a los postulados de la biopolítica y a los análisis de Foucault y Agamben. Si en los años 90, la relación Arendt-Heidegger ocupaba todavía buena parte de la producción bibliográfica, desde comienzos del nuevo siglo, la expansión académica de los estudios sobre biopolítica ha incorporado –no sin tensiones y discontinuidades- el diálogo entre los tres autores citados[v]. Federico Donner, en este sentido, examina la relación entre Los orígenes del totalitarismo y las categorías centrales de La condición humana para subrayar la distancia de Arendt respecto a Agamben: para esta, el Lager no constituye el paradigma de la Modernidad, ya que, por un lado, no hay un único desarrollo de la Modernidad, no hay una relación causal y necesaria entre Modernidad y Holocausto, sino elementos –como el imperialismo o el antisemitismo- en los que cristaliza el totalitarismo; por otro lado, la acción espontánea siempre puede crear espacios de libertad y resistencia, provocando nuevos comienzos, como ocurrió en el caso de la acción concertada de los consejos populares de las revoluciones que analiza en Sobre la revolución, que adquieren una validez ejemplar. Igualmente, el pensamiento puede ser resistente frente a la dominación totalitaria, en el diálogo del dos en uno socrático, emergiendo una ética bajo condiciones extremas que antepondría la coherencia con uno mismo antes que el conformismo social y la sumisión a las reglas. En esta lectura, podemos observar también la relevancia de Arendt para analizar cuestiones como la responsabilidad colectiva e individual en las dictaduras, frente a aquellas lecturas sistémicas del totalitarismo, como la de Agamben, en donde la acción, la resistencia y el pensamiento independiente se tornan imposibles.
  Buena parte de los trabajos recogidos en este libro nos proponen leer con Arendt y desde Arendt algunas de las experiencias políticas contemporáneas que marcan nuestro presente. En este sentido, uno de los ejes articuladores de estas lecturas sería la cuestión de la pertenencia a la comunidad política (la membrecía) y las formas del vínculo. Los artículos de Martine Leibovici, Eduardo Mattio, André Duarte y Etienne Tassin recogen distintos aspectos de esta cuestión. En Los Orígenes del totalitarismo, Arendt señalaba ya la situación en la que se encontraban un número considerable de personas: refugiados y apátridas. Las consecuencias de esas situaciones de exclusión de la comunidad política eran devastadoras: pérdida de los vínculos sociales y políticos, superfluidad y, la tentación por parte del poder soberano, de aplicar soluciones meramente administrativas que Arendt consideraba pretotalitarias. Ese panorama que dibujaba Arendt se situaba en los márgenes de los estados-naciones del siglo XX, creando bolsas de sujetos al margen de toda protección jurídica, carentes del “derecho a tener derechos”. En la actualidad, los flujos migratorios y las restrictivas políticas de pertenencia de las democracias liberales han creado nuevas categorías de sujetos –ciudadanos, extranjeros, denizens[vi]- que ponen de manifiesto la necesidad de pensar la pertenencia en un marco poswestfaliano. Como han señalado ya muchos autores, la deriva transnacional de la ciudadanía, en donde ser sujeto de derechos ya no está ligado necesariamente a ser ciudadano o ciudadana de un país[vii], nos muestra la obsolescencia del Estado-Nación, a la vez que –desde un punto de vista arendtiano-  nos hace plantearnos cuál es el marco en el que deberíamos pensar ahora el “derecho a  tener derechos”. Por tanto, a las figuras arendtianas clásicas del refugiado y de apátrida, hemos de sumar también la del migrante y analizar cómo su presencia en el espacio político liberal pone de manifiesto las insuficiencias de la definición del demos (Mattio). Judith Butler y Seyla Benhabib han sido, en este sentido, dos de las autoras que han pensado las paradojas de la ciudadanía y la pertenencia en un mundo globalizado. Resulta curioso observar como tanto Butler como Benhabib aproximan sus posiciones al señalar situaciones en las que el demos es reproducido –“iteraciones democráticas” las denomina Benhabib- de forma no autorizada o en la manera no esperada[viii]. Al expresar mediante la acción colectiva su deseo de formar parte del demos, realizan una acción performativa en la que se “construye” la igualdad  en la misma acción, desafiando las fronteras, tanto simbólicas como reales, del Estado.
  Si bien las migraciones han entrado de lleno en las lecturas arendtianas, también continúan, respecto al problema de la pertenencia, las cuestiones que ella misma apuntó, referidas a los refugiados y apátridas. Así, otro de los aspectos en los que Butler y Benhabib realizan una reinterpretación del pensamiento arendtiano es el referente al conflicto palestino-israelí. Es conocido que Arendt apostaba por un estado federal en Palestina, mostrando ya rasgos republicanos y federalistas en sus primeros escritos sobre la cuestión judía[ix]. Frente a la formación de la comunidad política por la vía del ethnos, Arendt siempre reivindicaría el demos. En este sentido, Martine Leibovici reconstruye cuidadosamente el recorrido intelectual de Arendt respecto a la creación, existencia y posterior desarrollo del Estado de Israel, mostrándonos cómo en ese largo –y en ocasiones doloroso- viaje, Arendt utiliza tanto la idea de las máximas normativas para la acción more kantiano, como  el del juicio reflexivo que emite el espectador, permitiendo al menos vislumbrar la posibilidad de un derecho cosmopolita en Palestina.
  Establecer las formas del vínculo nos permite plantear cuáles podrían ser las formas de la acción en el espacio democrático. Los casos anteriormente planteados nos  hablan fundamentalmente de los derechos como parte ineludible de la noción de pertenencia. Sin embargo, Arendt también apunta de una manera muy insistente en su obra a la capacidad de actuar concertadamente, como fuente de otro concepto de poder, diferente del weberiano, que nos indicaría más bien un “poder para algo” y no un “poder sobre alguien”, y que pertenecería al grupo y se manifestaría el tiempo que el grupo permaneciese unido. Autores como Jean Luc Nancy y Roberto Espósito han planteado el concepto de “comunidades plurales” en términos próximos a los de Arendt, mostrando las posibilidades de nuevas formas de asociación, de carácter más agonístico, performativo y expresivo, como las que representarían las minorías queer y los colectivos políticos autónomos (Duarte). Con todo, ya sea la acción de grupos desde los márgenes o de otras minorías, así como las formas más tradicionales de acción política, parece que la globalización nos plantea un importante deslizamiento del marco: nuestras acciones afectan cada vez más a personas situadas en otras geografías y la toma de decisiones, la discusión pública o la creación de nuevos espacios de libertad espontáneos difícilmente se circunscriben a un solo territorio: pensemos en los recientes acontecimientos de indignación ciudadana: desde la llamada “primavera árabe”, pasando por los indignados españoles, los estudiantes chilenos o Ocuppy Wall Street. Por ello, se abren nuevas preguntas para la lectura arendtiana: ¿Es posible una esfera pública transnacional? ¿Cuál sería la traslación del “derecho a tener derechos” al ámbito cosmopolita? ¿Podemos establecer solidaridades transnacionales? Y respecto a la responsabilidad, si la “trama de relaciones”, esto es, la textura intersubjetiva del espacio público que habitamos,  es ahora transnacional, y las acciones se entrecruzan, entonces ¿Podríamos hablar de una responsabilidad colectiva global por nuestras acciones? Sin duda, el escenario de la globalización nos conduce a pensar con Arendt las transformaciones del mundo en que vivimos. Así, Etienne Tassin propone comprender la globalización desde La condición humana. Tomando las categorías centrales de esta obra –acción, labor, trabajo, natalidad, pluralidad, mundanidad- el autor indaga cuáles serían los temas a abordar por una política que tome en serio cada uno de los planos en los que se expone la preocupación por el mundo: el ecológico, el patrimonial y el cosmopolita. Dicho en otros términos, desde una lectura abierta de La condición humana en contraste con las características de la globalización, podríamos sostener que las tareas de la acción cosmopolita deberían dirigirse a la sustentabilidad medioambiental, al desarrollo sostenible y a la aspiración a una justicia global.
  Otro de los ejes que articulan las lecturas de Arendt de este libro son aquellas que nos hablan del pasado reciente de Argentina (Claudia Bacci y Claudia Hilb). Creo que podemos apuntar sin temor a equivocarnos, que en parte el éxito de Arendt en América Latina se debe a que proporciona instrumentos -en el sentido de la caja de herramientas wittgensteiniana- para comprender los pasados violentos. Nociones suyas como mal radical y mal banal, la violencia instrumental, el perdón, la reconciliación, la responsabilidad, la memoria, o la importancia de las narrativas en el camino de la comprensión, han abierto una apropiación de Arendt para analizar las violencias políticas en América Latina[x]. Para Claudia Bacci, el texto Sobre la Violencia, contrapuesto a Los condenados de la tierra de Franz Fanon, nos sirve para leer el escenario político en Argentina a finales de los 60 y principios de los setenta. La recepción de Arendt en Argentina tiene mucho que ver con la interpretación de los puntos ciegos de la transición de la dictadura a la democracia, a decir de Bacci, que nos permite analizar la autonomía de la violencia política, la relación entre revolución y violencia y la legitimidad de la violencia insurreccional. Nombres como los de María Matilde Ollier, Horacio González, o Claudia Hilb, son parte fundamental de esa recepción arendtiana en Argentina y en la lectura del pasado. Claudia Hilb, por su parte, en el texto que se presenta en este libro se plantea no tanto el análisis de la violencia política en Argentina, como las respuestas postconflicto en el marco de una justicia transicional. A través de un estudio comparado del caso argentino y el caso sudafricano, de las peculiaridades y distancias de cada uno, Hilb nos muestra las dificultades de construir una nueva comunidad política tras un pasado atroz. Si en Argentina se optó por la justicia, como solución jurídica, con culpables individuales, testimonios en los juicios y penas tasadas, en Sudáfrica se optó por la verdad, con las Comisiones de la Verdad y la Reconciliación actuando como órganos más próximos a un espacio público discursivo. La lectura de Arendt en torno al perdón, la reconciliación y la memoria, proporciona claves para comprender las distancias de los dos procesos. Frente al silencio de los perpetradores argentinos en los juicios, en Sudáfrica se llegó a una “economía del perdón” en la que los victimarios tuvieron espacios para el perdón de las víctimas. De otro lado, la deliberación pública en las Comisiones de la Verdad permitió escuchar a las víctimas de distintas violencias, no sólo las del terror estatal. ¿Cómo construir una memoria pública colectiva de la violencia acaecida? ¿Cómo evacuar las responsabilidades colectivas de las que habla Arendt? ¿Es necesaria una dosis de olvido para la reconciliación? ¿Qué papel juega el perdón de las víctimas en público? Todas estas cuestiones nos interpelan a la hora de enfrentarnos a pasados traumáticos, a pasados en los que el mal radical, en sentido arendtiano, consideró que ciertos grupos de personas –étnicos, políticos, religiosos - eran superfluas. Pero también deberíamos tener en cuenta cómo Arendt nos alertaba acerca de la pervivencia de soluciones totalitarias en las democracias actuales. La despolitización de las sociedades modernas en términos de dominio burocrático, el imperio de las necesidades de la vida, y el estrechamiento de la esfera pública y la acción en aras de la economía y la tecnocracia se relacionan con la violencia ejercida sobre poblaciones o grupos extensos en la actualidad, posibilitando la emergencia de nuevos colectivos de víctimas. Examinar esas violencias emergentes constituye, sin duda, una tarea urgente, en el que las lecturas de Arendt y con Arendt pueden arrojarnos una importante luz.
  Acabemos pues, con la recomendación de leer estos trabajos militantes y urgentes para comprender nuestro presente, teniendo en cuenta, de nuevo, las palabras de Italo Calvino respecto a leer a los clásicos: “Se llama clásicos  a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos”.



[i] Arendt, H., Los orígenes del totalitarismo, “Prólogo” a “Antisemitismo”, p. 19.
[ii] Laube, R., “Exile Readings: Hannah Arendt´s Library”, en Berkowitz, R., Katz, J., y Keenan, Th., Thinking in Dark Times. Hannah Arendt on Ethics and Politics, Nueva York: Fordham University Press, 2010.
[iii] El uso de recursos propios del lenguaje poético, como la metáfora, por parte de Arendt, lo he desarrollado en Sánchez, C., Hannah Arendt. El espacio de la política, Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003.
[iv] Arendt, H., “Isak Dinesen” en Arendt, H., Men in Dark Times, Nueva York: Harcourt Brace & World, 1968.
[v] Para una interesante lectura crítica de la posición agambiana, en clave arendtiana, cf. Lara, M. P., Narrar el mal. Una teoría postmetafísica del juicio reflexionante, Barcelona: Gedisa, 2009.
[vi] Thomas Hammar utiliza “denizens” para designar aquellas personas que no son ciudadanas del país en el que residen, pero pueden disfrutar de derechos sociales y económicos en este, aunque no de los derechos políticos, como el derecho al voto (cf. Hammar, Th., Democracy and the Nation. Aliens, Denizens and Citizenships in a World of International Migration, Londres: Asghate, 1990).
[vii] Así por ejemplo, Bauböck, R., Transnational Citizenship. Membership and Rights in International Migration, Londres: Cheltenham, 1994; Soysal, Y., Limits of Citizenship. Migrants and the Postnational Membership in Europe, Chicago: Chicago University Press, 1994; Sassen, S., ¿Perdiendo el control? La soberanía en la era de la globalización, Barcelona: Bellaterra, 2001; Benhabib, S., Los derechos de los otros. Extranjeros, residentes y ciudadanos, Barcelona: Gedisa, 2005.
[viii] Judith Butler examina concretamente las marchas de trabajadores ilegales, sin permiso de residencia, en California en el 2006. En las marchas cantaban el himno nacional de los EEUU, pero en español, junto con el himno nacional mexicano (cf. Butler, J. y Spitvak, G., ¿Quién le canta al estado nación?, Barcelona: Paidós, 2009).
[ix] Así lo expongo en Sánchez, C., “Jerusalem or America? The Foundations of Polítical Community”, en Williams, G., (edit.) Critical Assessments on Hannah Arendt, Nueva York: Routledge, 2006.
[x] Sin ánimo de ser exhaustivas, podemos señalar los siguientes trabajos: Gamboa, C., y Uribe, A., (edits.), Las fuentes del mal, Bogotá: Universidad del Rosario y Universidad Nacional de Colombia, 2011; Vargas, J. C., y Quintana, L., (edits.), Hannah Arendt: violencia, política y memoria, Bogotá: Universidad de Los Andes, 2012; Vatter, M., y Nitschack, H., (edits.), Hannah Arendt. Sobrevivir al totalitarismo, Santiago de Chile: Instituto de Estudios Internacionales, 2009; Osiel, M., Mass Atrocity, Ordinary Evil and Hannah Arendt. Criminal Consciousness in Argentina's Dirty War, New Haven: Yale Universirty Press, 2001. Sobre la recepción de Arendt en Argentina, véanse los artículos de Bacci y Hilb aquí incluidos.

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