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Lecturas de Arendt.
Diálogos con la literatura,
la filosofía y la política |
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Contratapa:
Palabras de
Cristina Sánchez Muñoz |
Smola, Julia; Bacci, Claudia y Hunziker, Paula (eds.): Lecturas de Arendt. Diálogos con la literatura, la filosofía y la política, Córdoba, Brujas, 2012.
Prólogo
Cristina Sánchez Muñoz
Universidad
Autónoma de Madrid
Podríamos preguntarnos al ver este libro ¿Por qué otro libro
sobre Hannah Arendt? Las respuestas pueden ser múltiples: porque en español se
han editado pocos libros –comparados con la producción bibliográfica
anglosajona- sobre el pensamiento de Arendt; porque es una autora que ha
despertado un especial interés en América Latina en los últimos años o porque
nos interpela acerca de experiencias políticas contemporáneas muy próximas a
las nuestras. Pero sobre todo, diría que porque es un clásico, una autora
clásica y, de acuerdo con el escritor Italo Calvino, cuando este se plantea por
qué leer a los clásicos, cabe contestar de la misma manera que él: “Los
clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más
nuevos, inesperados, inéditos, resultan al leerlos de verdad”.
Este libro, pues, nos
plantea esas lecturas nuevas, inesperadas sobre una autora que, como ella misma
decía, se empeñaba en “comprender”, en comprender lo que estaba pasando en un
mundo en cambio y en las experiencias políticas que reflejaban ese mundo en
cambio. Comprender, significa, decía Arendt, “examinar y soportar
conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros […]
La comprensión, en suma, es un enfrentamiento impremeditado, atento y
resistente, con la realidad, un soportamiento de ésta, sea lo que fuere”
[i].
Los diferentes trabajos que siguen a estas páginas introductorias nos invitan
precisamente a comprender acontecimientos políticos desde una lectura
arendtiana, enfrentando, por ejemplo, el pasado traumático de Argentina, los
cambios que la globalización ha provocado en la condición humana de la
pluralidad o los problemas de la definición de la identidad política en un mundo
donde los refugiados, apátridas y
sans
papiers no han hecho más que aumentar su número.
Pero en el ejercicio de
lectura de los textos de Arendt, también se plantea a Arendt como lectora:
¿Cuáles son sus fuentes? ¿Qué autores constituyen parte fundamental de su
biblioteca? ¿Qué papel juega la literatura y la imaginación en su obra?
Encontrar estas respuestas supone ahondar en la biblioteca de Arendt, la cual,
lejos de ser la biblioteca borgiana, sólo tenía una clasificación: los libros,
en su apartamento de Nueva York, se clasificaban de dos maneras: las obras de
filosofía y las de literatura
[ii].
Todas ellas profusamente anotadas, como puede observarse en los libros
depositados en Bard College, en los EEUU, mostrándonos una biblioteca de
trabajo, antes que un interés bibliófilo, que transita por las sendas
intelectuales que Arendt expondría a lo largo de su obra: Kant, Heidegger, los
clásicos griegos, los clásicos de la filosofía moderna y contemporánea alemana…
Por ello resulta especialmente interesante, el ejercicio que nos proponen en
estas páginas los trabajos de Beatriz Porcel, Julia Smola, Paula Hunziker,
Wolfgang Heuer y Rita Maria Novo al revelarnos distintos aspectos de esa Arendt
lectora. Así, nos encontramos con una Arendt lectora de Virgilio, de los
distintos Virgilios que aparecen a lo largo de su obra, pero una lectura
mediada por Herman Broch (Porcel), o una Arendt lectora del contractualismo
clásico (Smola) que enfatiza la importancia de la promesa mutua en la fundación
de la comunidad política, al tiempo que se distancia de cualquier atisbo de
colectividad cristalizada en una voluntad común. Igualmente, otro de los
aspectos que se ponen de manifiesto en estos trabajos es la permanente
apelación de Arendt a la literatura (Novo), una apelación que incluye, entre
otros a René Char, Isak Dinesen, Rahel Varnhagen, Joseph Conrad o Melville.
Pero, sobre todo, esa relación nos muestra la importancia que para Arendt tenía
la literatura, y más concretamente la narración de relatos en la comprensión de
los acontecimientos políticos
[iii].
Novelas, como
El corazón de las tinieblas
nos hablan de experiencias políticas centrales para comprender el imperialismo
en África, más de lo que lo haría un tratado político. La comprensión de las
experiencias se produce por medio de los relatos, pues, como indica Arendt,
siguiendo en esto a la escritora Isak Dinesen: “Todas las penas pueden
soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ella”
[iv].
El relato, en este sentido, otorga sentido y permanencia a lo acaecido. Nuestra
existencia se basa en la capacidad de imaginar, en la posibilidad de relatar lo
imaginado. Por ello, resulta absolutamente pertinente preguntarse por el papel
de la imaginación en la acción y en nuestra capacidad de juzgar (Heuer). Lejos
de un racionalismo formalista y abstracto, Arendt nos propone tener en cuenta
la habilidad de pensar desde el punto de vista de los otros, la habilidad de
figurarse otras circunstancias, y en esto la imaginación juega un papel
fundamental. Pero también, debemos ser conscientes de los peligros de una
imaginación que deforme la realidad al servicio de políticas interesadas, tal y
como Arendt analizó en
Mentira y política.
Este es uno de los aspectos que aborda la lectura de Arendt de la generación
europea del frente (Sorel y Pareto, Jünger, Brecht, Malraux,
Sartre, Bataille) en su relación con la emergencia de las masas y el ya
casi vislumbrado totalitarismo que se reflejaba en la atomización y aislamiento
de los individuos (Hunziker).
Las lecturas sobre su
obra que aproximan su pensamiento al de otros autores intentarían señalar unas
constelaciones intelectuales, esto es,
un diálogo de Arendt con otras corrientes filosóficas. Sin duda, hay algunos de
estos diálogos ya clásicos, como el de Arendt y Heidegger, en el que lejos de
presentar a Arendt como una mera continuadora del maestro, subrayan las
novedades que introduce la pensadora, en un intento que podríamos denominar
“con Heidegger y contra Heidegger”. Sin embargo, entre las diferentes
tematizaciones que ambos hicieron de lo político –marcado en el caso de Arendt
por la pluralidad y la constante presencia de los otros, que nos juzgan,
relatan y con los que actuamos concertadamente- quedan espacios impensados que
deben ser problematizados (Daniel Mundo): el compromiso existencial o la
relación de lo político con la sociedad del espectáculo. Otro diálogo con
Arendt –esta vez menos obvio- es el que podemos establecer con Nietzsche a
propósito del olvido, la promesa y el perdón (Adriano Correia). ¿Por qué se
perdona? ¿Cuáles son las condiciones del perdón? ¿Supone el olvido? ¿Qué papel
juega el perdón en la reconciliación? Arendt y Nietzsche dialogarían, en este
sentido, respecto a los aspectos trágicos de la acción –irreversibilidad,
imprevisibilidad y futilidad- y las consecuencias de ello. Sin duda, una de las
constelaciones de interpretación del pensamiento de Arendt que más ha calado en
los últimos años ha sido la que sostiene la proximidad de Arendt a los
postulados de la biopolítica y a los análisis de Foucault y Agamben. Si en los
años 90, la relación Arendt-Heidegger ocupaba todavía buena parte de la
producción bibliográfica, desde comienzos del nuevo siglo, la expansión
académica de los estudios sobre biopolítica ha incorporado –no sin tensiones y
discontinuidades- el diálogo entre los tres autores citados
[v].
Federico Donner, en este sentido, examina la relación entre
Los orígenes del totalitarismo y las
categorías centrales de
La condición
humana para subrayar la distancia de Arendt respecto a Agamben: para esta,
el
Lager no constituye el paradigma
de la Modernidad,
ya que, por un lado, no hay un único desarrollo de la Modernidad, no hay una
relación causal y necesaria entre Modernidad y Holocausto, sino elementos –como
el imperialismo o el antisemitismo- en los que cristaliza el totalitarismo; por
otro lado, la acción espontánea siempre puede crear espacios de libertad y
resistencia, provocando nuevos comienzos, como ocurrió en el caso de la acción
concertada de los consejos populares de las revoluciones que analiza en
Sobre la revolución, que adquieren una
validez ejemplar. Igualmente, el pensamiento puede ser resistente frente a la
dominación totalitaria, en el diálogo del dos en uno socrático, emergiendo una
ética bajo condiciones extremas que antepondría la coherencia con uno mismo
antes que el conformismo social y la sumisión a las reglas. En esta lectura,
podemos observar también la relevancia de Arendt para analizar cuestiones como
la responsabilidad colectiva e individual en las dictaduras, frente a aquellas
lecturas sistémicas del totalitarismo, como la de Agamben, en donde la acción,
la resistencia y el pensamiento independiente se tornan imposibles.
Buena parte de los
trabajos recogidos en este libro nos proponen leer con Arendt y desde Arendt
algunas de las experiencias políticas contemporáneas que marcan nuestro
presente. En este sentido, uno de los ejes articuladores de estas lecturas
sería la cuestión de la pertenencia a la comunidad política (la membrecía) y
las formas del vínculo. Los artículos de Martine Leibovici, Eduardo Mattio,
André Duarte y Etienne Tassin recogen distintos aspectos de esta cuestión. En
Los Orígenes del totalitarismo, Arendt
señalaba ya la situación en la que se encontraban un número considerable de
personas: refugiados y apátridas. Las consecuencias de esas situaciones de
exclusión de la comunidad política eran devastadoras: pérdida de los vínculos
sociales y políticos, superfluidad y, la tentación por parte del poder
soberano, de aplicar soluciones meramente administrativas que Arendt
consideraba pretotalitarias. Ese panorama que dibujaba Arendt se situaba en los
márgenes de los estados-naciones del siglo XX, creando bolsas de sujetos al
margen de toda protección jurídica, carentes del “derecho a tener derechos”. En
la actualidad, los flujos migratorios y las restrictivas políticas de
pertenencia de las democracias liberales han creado nuevas categorías de
sujetos –ciudadanos, extranjeros,
denizens[vi]-
que ponen de manifiesto la necesidad de pensar la pertenencia en un marco
poswestfaliano. Como han señalado ya muchos autores, la deriva transnacional de
la ciudadanía, en donde ser sujeto de derechos ya no está ligado necesariamente
a ser ciudadano o ciudadana de un país
[vii],
nos muestra la obsolescencia del Estado-Nación, a la vez que –desde un punto de
vista arendtiano- nos hace plantearnos
cuál es el marco en el que deberíamos pensar ahora el “derecho a tener derechos”. Por tanto, a las figuras
arendtianas clásicas del refugiado y de apátrida, hemos de sumar también la del
migrante y analizar cómo su presencia en el espacio político liberal pone de
manifiesto las insuficiencias de la definición del
demos (Mattio). Judith Butler y Seyla Benhabib han sido, en este
sentido, dos de las autoras que han pensado las paradojas de la ciudadanía y la
pertenencia en un mundo globalizado. Resulta curioso observar como tanto Butler
como Benhabib aproximan sus posiciones al señalar situaciones en las que el
demos es reproducido –“iteraciones
democráticas” las denomina Benhabib- de forma no autorizada o en la manera no
esperada
[viii].
Al expresar mediante la acción colectiva su deseo de formar parte del
demos, realizan una acción performativa
en la que se “construye” la igualdad en
la misma acción, desafiando las fronteras, tanto simbólicas como reales, del
Estado.
Si bien las migraciones
han entrado de lleno en las lecturas arendtianas, también continúan, respecto
al problema de la pertenencia, las cuestiones que ella misma apuntó, referidas
a los refugiados y apátridas. Así, otro de los aspectos en los que Butler y
Benhabib realizan una reinterpretación del pensamiento arendtiano es el
referente al conflicto palestino-israelí. Es conocido que Arendt apostaba por
un estado federal en Palestina, mostrando ya rasgos republicanos y federalistas
en sus primeros escritos sobre la cuestión judía
[ix].
Frente a la formación de la comunidad política por la vía del
ethnos, Arendt siempre reivindicaría el
demos. En este sentido, Martine
Leibovici reconstruye cuidadosamente el recorrido intelectual de Arendt
respecto a la creación, existencia y posterior desarrollo del Estado de Israel,
mostrándonos cómo en ese largo –y en ocasiones doloroso- viaje, Arendt utiliza
tanto la idea de las máximas normativas para la acción
more kantiano, como el del
juicio reflexivo que emite el espectador, permitiendo al menos vislumbrar la
posibilidad de un derecho cosmopolita en Palestina.
Establecer las formas
del vínculo nos permite plantear cuáles podrían ser las formas de la acción en
el espacio democrático. Los casos anteriormente planteados nos hablan fundamentalmente de los derechos como
parte ineludible de la noción de pertenencia. Sin embargo, Arendt también
apunta de una manera muy insistente en su obra a la capacidad de actuar
concertadamente, como fuente de otro concepto de poder, diferente del
weberiano, que nos indicaría más bien un “poder para algo” y no un “poder sobre
alguien”, y que pertenecería al grupo y se manifestaría el tiempo que el grupo
permaneciese unido. Autores como Jean Luc Nancy y Roberto Espósito han
planteado el concepto de “comunidades plurales” en términos próximos a los de
Arendt, mostrando las posibilidades de nuevas formas de asociación, de carácter
más agonístico, performativo y expresivo, como las que representarían las
minorías queer y los colectivos
políticos autónomos (Duarte). Con todo, ya sea la acción de grupos desde los
márgenes o de otras minorías, así como las formas más tradicionales de acción
política, parece que la globalización nos plantea un importante deslizamiento
del marco: nuestras acciones afectan cada vez más a personas situadas en otras
geografías y la toma de decisiones, la discusión pública o la creación de
nuevos espacios de libertad espontáneos difícilmente se circunscriben a un solo
territorio: pensemos en los recientes acontecimientos de indignación ciudadana:
desde la llamada “primavera árabe”, pasando por los indignados españoles, los
estudiantes chilenos o Ocuppy Wall Street.
Por ello, se abren nuevas preguntas para la lectura arendtiana: ¿Es posible una
esfera pública transnacional? ¿Cuál sería la traslación del “derecho a tener
derechos” al ámbito cosmopolita? ¿Podemos establecer solidaridades
transnacionales? Y respecto a la responsabilidad, si la “trama de relaciones”,
esto es, la textura intersubjetiva del espacio público que habitamos, es ahora transnacional, y las acciones se
entrecruzan, entonces ¿Podríamos hablar de una responsabilidad colectiva global
por nuestras acciones? Sin duda, el escenario de la globalización nos conduce a
pensar con Arendt las transformaciones del mundo en que vivimos. Así, Etienne
Tassin propone comprender la globalización desde La condición humana. Tomando las categorías centrales de esta obra
–acción, labor, trabajo, natalidad, pluralidad, mundanidad- el autor indaga
cuáles serían los temas a abordar por una política que tome en serio cada uno
de los planos en los que se expone la preocupación por el mundo: el ecológico,
el patrimonial y el cosmopolita. Dicho en otros términos, desde una lectura
abierta de La condición humana en
contraste con las características de la globalización, podríamos sostener que
las tareas de la acción cosmopolita deberían dirigirse a la sustentabilidad
medioambiental, al desarrollo sostenible y a la aspiración a una justicia
global.
Otro de los ejes que
articulan las lecturas de Arendt de este libro son aquellas que nos hablan del
pasado reciente de Argentina (Claudia Bacci y Claudia Hilb). Creo que podemos
apuntar sin temor a equivocarnos, que en parte el éxito de Arendt en América
Latina se debe a que proporciona instrumentos -en el sentido de la caja de
herramientas wittgensteiniana- para comprender los pasados violentos. Nociones
suyas como mal radical y mal banal, la violencia instrumental, el perdón, la
reconciliación, la responsabilidad, la memoria, o la importancia de las
narrativas en el camino de la comprensión, han abierto una apropiación de
Arendt para analizar las violencias políticas en América Latina
[x].
Para Claudia Bacci, el texto
Sobre la Violencia, contrapuesto
a
Los condenados de la tierra de
Franz Fanon, nos sirve para leer el escenario político en Argentina a finales
de los 60 y principios de los setenta. La recepción de Arendt en Argentina
tiene mucho que ver con la interpretación de los puntos ciegos de la transición
de la dictadura a la democracia, a decir de Bacci, que nos permite analizar la
autonomía de la violencia política, la relación entre revolución y violencia y
la legitimidad de la violencia insurreccional. Nombres como los de María
Matilde Ollier, Horacio González, o Claudia Hilb, son parte fundamental de esa
recepción arendtiana en Argentina y en la lectura del pasado. Claudia Hilb, por
su parte, en el texto que se presenta en este libro se plantea no tanto el
análisis de la violencia política en Argentina, como las respuestas
postconflicto en el marco de una justicia transicional. A través de un estudio
comparado del caso argentino y el caso sudafricano, de las peculiaridades y
distancias de cada uno, Hilb nos muestra las dificultades de construir una
nueva comunidad política tras un pasado atroz. Si en Argentina se optó por la
justicia, como solución jurídica, con culpables individuales, testimonios en
los juicios y penas tasadas, en Sudáfrica se optó por la verdad, con las
Comisiones de la Verdad
y la Reconciliación
actuando como órganos más próximos a un espacio público discursivo. La lectura
de Arendt en torno al perdón, la reconciliación y la memoria, proporciona
claves para comprender las distancias de los dos procesos. Frente al silencio
de los perpetradores argentinos en los juicios, en Sudáfrica se llegó a una
“economía del perdón” en la que los victimarios tuvieron espacios para el
perdón de las víctimas. De otro lado, la deliberación pública en las Comisiones
de la Verdad
permitió escuchar a las víctimas de distintas violencias, no sólo las del
terror estatal. ¿Cómo construir una memoria pública colectiva de la violencia
acaecida? ¿Cómo evacuar las responsabilidades colectivas de las que habla
Arendt? ¿Es necesaria una dosis de olvido para la reconciliación? ¿Qué papel
juega el perdón de las víctimas en público? Todas estas cuestiones nos
interpelan a la hora de enfrentarnos a pasados traumáticos, a pasados en los
que el mal radical, en sentido arendtiano, consideró que ciertos grupos de
personas –étnicos, políticos, religiosos - eran superfluas. Pero también
deberíamos tener en cuenta cómo Arendt nos alertaba acerca de la pervivencia de
soluciones totalitarias en las democracias actuales. La despolitización de las
sociedades modernas en términos de dominio burocrático, el imperio de las
necesidades de la vida, y el estrechamiento de la esfera pública y la acción en
aras de la economía y la tecnocracia se relacionan con la violencia ejercida
sobre poblaciones o grupos extensos en la actualidad, posibilitando la emergencia
de nuevos colectivos de víctimas. Examinar esas violencias emergentes
constituye, sin duda, una tarea urgente, en el que las lecturas de Arendt y con
Arendt pueden arrojarnos una importante luz.
Acabemos pues, con la
recomendación de leer estos trabajos militantes y urgentes para comprender
nuestro presente, teniendo en cuenta, de nuevo, las palabras de Italo Calvino
respecto a leer a los clásicos: “Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para
quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para
quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores
condiciones para saborearlos”.
[i] Arendt, H., Los orígenes del totalitarismo, “Prólogo” a “Antisemitismo”, p. 19.
[ii] Laube, R., “Exile
Readings: Hannah Arendt´s Library”, en Berkowitz, R., Katz, J., y Keenan, Th., Thinking in Dark Times. Hannah Arendt on
Ethics and Politics, Nueva York: Fordham
University Press, 2010.
[iii] El uso de recursos propios del lenguaje
poético, como la metáfora, por parte de Arendt, lo he desarrollado en Sánchez,
C., Hannah Arendt. El espacio de la
política, Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003.
[iv] Arendt, H., “Isak
Dinesen” en Arendt, H., Men in Dark Times,
Nueva York: Harcourt Brace & World, 1968.
[v] Para una interesante lectura crítica de la
posición agambiana, en clave arendtiana, cf. Lara, M. P., Narrar el mal. Una teoría postmetafísica del juicio reflexionante,
Barcelona: Gedisa, 2009.
[vi] Thomas Hammar utiliza “denizens” para designar aquellas
personas que no son ciudadanas del país en el que residen, pero pueden
disfrutar de derechos sociales y económicos en este, aunque no de los derechos
políticos, como el derecho al voto (cf. Hammar, Th., Democracy and the Nation. Aliens,
Denizens and Citizenships in a World of International Migration, Londres: Asghate,
1990).
[vii] Así por ejemplo, Bauböck, R., Transnational Citizenship. Membership and Rights in International Migration, Londres: Cheltenham, 1994; Soysal, Y., Limits of Citizenship. Migrants and the Postnational Membership in
Europe, Chicago: Chicago University Press, 1994; Sassen, S., ¿Perdiendo el control? La
soberanía en la era de la globalización, Barcelona: Bellaterra, 2001; Benhabib, S., Los derechos de los otros. Extranjeros,
residentes y ciudadanos, Barcelona: Gedisa, 2005.
[viii] Judith Butler examina concretamente las
marchas de trabajadores ilegales, sin permiso de residencia, en California en
el 2006. En las marchas cantaban el himno nacional de los EEUU, pero en
español, junto con el himno nacional mexicano (cf. Butler, J. y Spitvak, G., ¿Quién le canta al estado nación?,
Barcelona: Paidós, 2009).
[ix] Así lo expongo en Sánchez, C., “Jerusalem
or America? The Foundations of Polítical Community”, en Williams, G., (edit.) Critical
Assessments on Hannah Arendt,
Nueva York: Routledge, 2006.
[x] Sin ánimo de ser exhaustivas, podemos
señalar los siguientes trabajos: Gamboa, C., y Uribe, A., (edits.), Las fuentes del mal, Bogotá: Universidad
del Rosario y Universidad Nacional de Colombia, 2011; Vargas, J. C., y
Quintana, L., (edits.), Hannah Arendt:
violencia, política y memoria, Bogotá: Universidad de Los Andes, 2012;
Vatter, M., y Nitschack, H., (edits.), Hannah
Arendt. Sobrevivir al totalitarismo, Santiago de Chile: Instituto de
Estudios Internacionales, 2009; Osiel, M., Mass
Atrocity, Ordinary Evil and Hannah Arendt. Criminal Consciousness in Argentina's
Dirty War, New Haven: Yale Universirty Press, 2001. Sobre la recepción de
Arendt en Argentina, véanse los artículos de Bacci y Hilb aquí incluidos.